“Es deber honroso y satisfactorio el de discurrir una vez más sobre los orígenes de nuestra lengua española (que en sus principios fue sin duda castellana) y precisamente en este monasterio ilustre de Silos, que restauró el santo monje de Cañas, cuando, hacia 1040, huyendo del sañudo rey García de Nájera, dejó el priorato de San Millán y, como escribió Berceo,
Beviendo aguas frías, su blaguiello fincando,
arribó en la corte del reï don Fernando
Del cenobio riojano, según parece, vendría, en tiempos de Santo Domingo, el códice que aquí se custodiaba y que contiene las llamadas
Glosas Silenses. Estas anotaciones, junto con las Glosas Emilianenses de otro códice de la Cogolla, hoy en la Academia de la Historia, son las primeras muestras gráficas patentes del romance
hispano, si descontamos la Nodicia de kesos escrita en el monasterio de Rozuela, junto al Esla leonés, al respaldo de una donación del siglo X”.
Alarcos Llorach, Emilio: “Estertores latinos y vagidos romances”, en: Javier Gómez-Montero (coord.): Castilla y León en el Camino Ficciones y semblanzas de un territorio jacobeo, Junta de Castilla y León 2010, pp. 57-58.