Los hospitales solían guardar las leyes de la higiene, con el fin de que no se
propagasen pestes y enfermedades. Evitaban el contagio con medidas profilácticas.
No era otro motivo que éste el de cortar la barba, lavar la cabeza y tomar un baño,
en Roncesvalles.
Hasta los monjes de Aubrac, en pleno camino de Santiago, cuando hacían caridad
del hospedaje, les ordenaban quitar la ropa para limpiársela, si era de lino, sobre el
fuego, despegando así gusanos y miasmas.
Esto no era lo malo. Una hospedería bien organizada, como Roncesvalles, y con no
poco dinero, lo podía hacer; mil ventorrillos, alberguerías y hospitalarios no
contaban con ninguna de esas novedades de carácter profiláctico, por lo que la
peste negra corría y diezmaba no sólo a los peregrinos; no hay que descartar que, en
algunas ocasiones, eran los mismos romeros los introductores de los gérmenes.
Carro Celada, Esteban: “Milandanzas, burlas y milagros”, en: Allá en el Noroeste... Una cartografía literaria del Camino en León. [coordinado por] Javier Gómez-Montero. León: Lobo Sapiens 2009, pp.92-93.