De Astorga al Ganso
Al poco de salir de Astorga, en Castrillo de los Polvazares – que es belleza monumental, rústica y arriera el pueblo entero – troncé ligamentos del tobillo en una torcedura al saltar la pontona de un regato y se me ha puesto el pie como un botijo. Allí se suspendían mis planes, me dije. La dueña del mesón en que comí se aprestó a aplicarme paños con sal y vinagre. Bajó la hinchazón, pero duele el paso. Ha quedado de buscarme una venda elástica. Se me quitaron las ganas de comer. Me ofrecieron otra vez cocido maragato y el cuerpo me saltó de gozo y espanto a la vez. Me di por muy satisfecha con una ensaladita y una monumental rodaja de congrio, cómo no, al ajoarriero.
Salí a la carretera después de comer dudando entre volver a Astorga y esperar en un hotel a ver en qué quedaba lo de mi pie o seguir adelante con el Camino. . . andando jamás, en autostop. . . ganaré trecho perdido. . . me fumo la promesa de caminar porque ahora hay fuerza mayor, me para una furgoneta, es un tipo hablador que sube vinos y bebidas por esos pueblos, me ha dicho, y fuimos cruzando lomas y montes pandos, Santa Catalina de Somoza, El Ganso (o sea, la oca, y me acordé otra vez del juego y de Sánchez Dragó) o Rabanal del Camino. . . el paisaje es talla cinemascope, te infla el pecho, tiene como una grandiosidad ascética. . .
García Trapiello, Pedro: Breve guía para perder el camino a su paso por León: según el cuaderno semicierto de una mujer algo escaldada que buscaba un jubileo. León: Lobo Sapiens 2003, pp. 42-43.
